Page 27 - ANNA CRISTINA GARCIA GOMEZ
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1. Estar diseñada para acoger a comunidades educativas inherentemente diversas y
atender las diferentes expresiones de esa diversidad, no sólo las más visibles.
2. Es el eje alrededor del cual ha de estructurarse todo el sistema educativo, no sólo es
un tema transversal.
3. Promueve una forma de convivencia basada en el valor de la diversidad, que ofrece
al alumnado y a toda la comunidad escolar oportunidades para aprender a relacionarse
con respeto y valorar a todas las personas, a través de la eliminación de estereotipos,
prejuicios, segregación, exclusión o cualquier otra práctica discriminatoria.
El postulado central aquí́ es que, en lugar de desarrollar sistemas y escuelas separadas
para estudiantes con necesidades educativas específicas, es necesario un enfoque muy
distinto, que vea la diferencia como algo natural y positivo y que intente desarrollar
sistemas educativos capaces de responder efectivamente a la diversidad.
La Ley General de Educación CDHCU (2019) menciona en el artículo 61 que la
educación inclusiva se refiere al conjunto de acciones orientadas a identificar, prevenir y
reducir las barreras que limitan el acceso, permanencia, participación y aprendizaje de todos
los educandos, al eliminar prácticas de discriminación, exclusión y segregación. La
educación inclusiva se basa en la valoración de la diversidad, adaptando el sistema para
responder con equidad a las características, necesidades, intereses, capacidades, habilidades
y estilos de aprendizaje de todos y cada uno de los educandos (p.23)
2.1.1. Dimensiones de la Inclusión: Políticas, Cultura y Prácticas Inclusivas
Transformar las escuelas y el conjunto del sistema educativo bajo el paradigma de la
inclusión requiere de nuevas políticas, referentes culturales y prácticas pedagógicas. Las
dimensiones de la educación inclusiva, retomadas del Índice de inclusión de Booth et al.
(2000), están relacionadas entre sí́ y constituyen el núcleo del quehacer de la escuela en el
proceso de avanzar hacia comunidades más inclusivas. Se trata de políticas, culturas y
prácticas que para ser genuinamente inclusivas deben ser reconocidas y apreciadas por todos
los actores y ser producto de la participación reflexiva y critica del conjunto de los actores
vinculados con la comunidad educativa.
De acuerdo Booth et al. (2000), estas dimensiones son políticas, culturas y prácticas
inclusivas las cuales se describen a continuación: