Page 28 - ISABEL CRISTINA CASTAÑEDA FUENTES
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Felicidad: se asocia a los estados de placer y bienestar. Permite a la persona
identificar situaciones agradables y carentes de peligro, al igual que permite la creación de
lazos sociales y la formación de sociedades.
Tristeza: emoción generalmente caracterizada como negativa, ya que nace de la
frustración de los deseos. Su función, por el contrario, es permitirle al organismo procesar
químicamente los cambios hormonales derivados de dicha frustración, de manera que la
persona pueda recuperar una vez más la homeóstasis.
Ira: componente emocional orientado hacia la defensa y preservación de la persona.
Aparece como consecuencia de la detección de injusticias, por lo que permite a la persona
remediar dichas situaciones. En caso de analfabetismo emocional, puede resultar en agresión.
Miedo: su función es la supervivencia y existencia de la persona, ya que mantiene a
la persona en un estado de alerta y tensión.
Estas seis emociones básicas o primarias son compartidas por todos los seres
humanos, y al igual que los colores primarios, no son resultado de la mezcla de dichas
emociones, a diferencia de las emociones secundarias. Un ejemplo de emociones secundarias
son los celos, los cuales se pueden caracterizar como una mezcla entre las emociones de
miedo y amor.
Inteligencia emocional
Actualmente existen diferentes definiciones relativas a la inteligencia, siendo la más
usada en el ámbito académico la medición del Coeficiente Intelectual, el cual se obtiene de
puntajes de pruebas relativas a raciocinio lógico, habilidades matemáticas y habilidades
espaciales (Álvarez, 2004).
Si bien este paradigma ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, las investigaciones
y el énfasis en una comprensión global de la inteligencia, ha dado origen a una tipología de
esta que incluya “la capacidad para supervisar los sentimientos y emociones de uno mismo
y de los demás, de discriminar entre ellos y usar esta información para la orientación de la
acción y el pensamiento propios” (Salovey & Mayer, 1990; citados en Bustamante, 2021).
Cabe aclarar que, a pesar es estos cambios, se le sigue dando énfasis a la regulación de las
emociones, pero se deja de lado la relación existente entre los pensamientos y los
sentimientos.