Page 102 - VALERY PAULINA GARZA JIMENEZ
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Al ejecutar las actividades sentía que estaba tratando de facilitarlo todo o dando
siempre la respuesta, porque no lo entendían. Al aplicar el “Juego de la oca” para practicar las
sílabas, sin darme cuenta estaba fomentando el aprendizaje memorístico, con lo que
evidenciaban que ya estaban familiarizados, pero no daba los resultados esperados: producir
por escrito y no solo reproducir de manera verbal.
Esto para mí fue un shock porque había elegido el método silábico por la experiencia
exitosa en el semestre anterior, y yo lo describía y defendía como trascendental, pero la
realidad es que no estaba siendo útil o no estaba satisfaciendo las necesidades de mis alumnos,
lo cual es mi propósito principal como docente inclusiva. Quizás olvidé por segundos lo
inherente de la diversidad a nuestra existencia, que cada contexto, cada centro educativo y
cada alumno entre sí son muy diferentes, al igual que sus necesidades.
Me aplaudo el haber sido capaz de reconocerlo y de actuar al respecto, el no haber sido
egoísta aferrándome al método, pensando en sacar adelante este trabajo para concluir lo que
he mencionado, algo nulo o negativo, perder el tiempo ofrecido y hacerlo perder a mis
alumnos, o en el peor de los casos, haberlos frustrado con un método que yo quería que les
fuera efectivo.
En esos espacios de valorar los avances de cada alumno y de reflexionar al respecto,
pude notar que dentro del subgrupo conformado por nueve alumnos que identifiqué como
vulnerables, había ciertas alumnas en mayor vulnerabilidad, aquellas de las que su cuerpo
expresaba mucho temor y hasta vergüenza al no poder seguir el ritmo de sus compañeros
aunado a que enfrentan una barrera para el aprendizaje y la participación en el lenguaje
expresivo. Tuve que tomar una decisión, puesto que, si estas candidatas permanecían con el
subgrupo de nueve alumnos, del que forman parte, continuarían quedándose atrás y
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