Page 104 - VALERY PAULINA GARZA JIMENEZ
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implementada para abatir su estrategia, fue elaborar actividades con el mismo objetivo e
indicaciones, pero diferente grado de dificultad, ejemplos o problemas a resolver, aunque eso
implicara que estaría recibiendo muchas preguntas sobre cada imagen o palabra a la vez; esa
estrategia puso en juego por completo a mi paciencia. Una estrategia similar aplicada fue el
plantear las actividades como retos a los alumnos, porque eso les motiva y moviliza a
competir.
La barrera que las alumnas enfrentan se hacía evidente en las sesiones, tengo muy
presente cuando A me pidió cambiar el nombre “Roco” por “Micky” en la oración que le
solicitaba escribir, solo porque ella “no podía decirlo”, o a W con dificultad para comenzar a
escribir y diciéndome “No, es que yo no puedo decirlo” en su intento por realizar el análisis
fonológico. En general se les percibía realizando un gran esfuerzo por coordinar el cúmulo de
conocimientos necesarios para producir. Tal era el caso de W, que se estresaba con mucha
facilidad y golpeaba su cara con la mano abierta entre risas cuando se equivocaba, como
docente era difícil presenciarlo, porque asumo que el mismo estrés no le permitía medir su
fuerza. Mi solución era pedirle que no lo hiciera, comentarle que los errores no tienen nada de
malo y que siempre podía corregir porque estábamos aprendiendo.
Aunque dichas actitudes me hacían pensar que estaba exigiéndoles en demasía, yo
misma caía en cuenta que no les hacía mal alguno, solo les brindaba el espacio para retar su
intelecto y darse cuenta de que podían, pues en general sus contextos estaban siendo cómodos
y conformistas al no exigirles más; estaban convirtiéndose en barrera para el aprendizaje y la
participación de las alumnas.
A lo largo de las sesiones proporcioné a las alumnas un recurso audiovisual: el
abecedario ilustrado o con referentes que habíamos estado utilizando desde el inicio de mi
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